Desde siempre me gustan las historietas. Las de la última hoja del diario, las
revistas de El Pato Donald, las de otras revistas… En el Billiken venía El Mono
Relojero, que era más fácil de seguir que la de Tin Tin… En el Anteojito, la de
Pelopincho y Cachirula, que se completaba (en mi mente) con la receta ilustrada
de Blanca Cotta… Las revistas de Patoruzú, Patoruzito, Isidoro e Isidorito
circulaban mucho, eran baratas y clásicos para todas las edades.
Estaba por ese tiempo Mafalda, pero no era tan accesible
para mí, aunque ahora la leo y veo que mi portaforlio y guardapolvo de primer grado ¡eran exactamente
como los de ella!
Una mamá me dice: Nos pidió que le compremos toda la serie de
Mayor y Menor”. ”En casa leemos, pero
con esto descubrimos un mundo nuevo, el de las historietas”.
“Encontré a la nena a las tres
de la mañana, con la luz prendida, leyendo historietas.
Las historietas son mágicas, abren infinidad de puertas y
gustan a casi cualquier edad. Y hay
increíbles ilustradores y guionistas que producen cantidad y calidad.
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